Nanina: «una novela hecha con el estilo de las fabulaciones populares»

FRAGMENTO DE ENTREVISTA A GERMÁN GARCÍA EN ENERO DE 2016 (Nota completa: Revista Rama Negra N° 2)

NANINA

–De ningún modo podría pensarse a Nanina como literatura comprometida, sin embargo contiene una explicación de la sociedad muy profunda, de lo que son las “clases sociales”.

–El caso de Nanina es particular. La novela fue un súper best-seller. Vendió cuatro ediciones de 5000 ejemplares cada una en dos meses. Se vendió bien de casualidad, porque la editorial supo hacerlo. Pero al poco tiempo la prohibieron y a mí me dieron dos años de prisión en suspenso, porque no tenía antecedentes. Los jóvenes escritores de aquel entonces, por envidia ante el éxito de ventas –porque la envidia es uno de los sentimientos más frecuentes en la literatura– dijeron que la hizo prohibir el editor para vender.


Así, yo pasé solito de la página literaria a la página de policiales. Entonces, ¿dónde está el compromiso del escritor? Si lo hubiera, habría un compromiso con otro escritor. Pero defenderme implicaba consolidar mi posición de escritor, mientras que el escritor sólo quiere consolidar su propia posición.
”Entonces la explicación de “clase” que se podría ver en Nanina no nace de una intención, sino de una vivencia. Mi propio padre fue un trabajador que murió a los 52 años. Me di cuenta muy joven de cuál era mi destino y dije: “No, acá no”. Por eso Nanina termina con una especie de saludo al “pueblo despoblado de Junín”.

Nanina fue leída como literatura testimonial y no era la intención. Por ejemplo, aparece ahí la historia del colombiano alcohólico que quiere orientar al protagonista pero no sabe para dónde ir. También aparece como un sexópata, que cuenta su historia con mujeres. Yo quise hacer una transfiguración fantasmática de la figura paterna. Tiene que ver con acusaciones de la juventud que mi vieja hacía a mi viejo: “Pero vos qué contás, como si fueras un macho cabrío”. Entonces es una manera elíptica de hablar de eso.
Pero lo que no se dio cuenta nadie es que en ese momento yo quería ser un escritor cómico en el sentido clásico de la literatura. Si yo dijera de qué está hecha esa novela, está hecha con el estilo de las fabulaciones populares.
Yo pensé que la gente se iba a reír, porque lo que buscaba era ser Quevedo, era ser exagerado. Pero eran tiempos de realismo. En esa época yo tendría que haber escrito la historia de ese pobre obrero alcohólico que sufría y los sentimientos de su señora y de sus niños.

 

GERMÁN GARCÍA Y JUNÍN

–En Nanina, el protagonista dice que quisiera volver a Junín con un reconocimiento, como un premio Nobel de algo. “Yo, hombre distinto que podría terminar hasta en la cárcel; hacía de esa diferencia el trampolín exacto de mi triunfo”. ¿Tuvo Germán García ese regreso triunfal?

–Hay una cosa curiosa. Soy ciudadano ilustre de la ciudad de Tucumán, donde enseñé veinte años. Soy visitante distinguido de San Salvador de Jujuy. Me otorgaron la prestigiosa beca Guggenheim. Fui declarado personalidad intelectual de la cultura de Buenos Aires. Pero en Junín nadie me recuerda.
–¿Y es una deuda pendiente?
–No, ya soy grande. Como adulto pude volver a Junín, pero desde el psicoanálisis. Recuerdo que hace un tiempo fui a una linda conferencia en un lugar muy lindo. Fueron unos cuantos, pero a tomarme examen. Lo vi más como una tensión agresiva, no como una conciliación. Parecía que estaban esperando que yo pisara el palito, quedara pagando: “En tu literatura no parece que hubiera mucha relación con la literatura más moderna”, qué sé yo, cosas que salen en las revistas.
Lo que pasa es que a otros escritores se los puede exhibir como logros de Junín, en cambio a mí se me exhibe “contra Junín”. “Contra” en el sentido que algunos le dieron a Nanina. Cuando salió la novela, en 1968, la revista Gente me hizo una entrevista en la que decía “hay un gran escritor”.
Entonces se publicó una carta de lectores en la revista que planteaba: “Me gustaría que algún periodista de esa hermosa revista conozca Junín y sepa lo que es la nobleza y la grandeza de esta ciudad que Germán García se dedica a difamar con mentiras y calumnias”. Muchos se sintieron ofendidos por lo que yo decía de ellos, pese a que no hay ningún apellido de Junín en el libro.

–Por ahí tiene que ver con no poder diferenciar la literatura como ficción, como pasa con otros autores.
–No, en realidad es que no les interesa; si un tipo dice que yo lo ofendo en el libro y él no está en el libro no es un problema de formación literaria.

 

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