
La verdad le he robado la goma de borrar a mi papá, pero era para la Sarita pues. Nunca se va a enterar, espero, es solo una goma. Tiene una caja llena de gebes y solo iba a ser esa vez. Valía el riesgo. El tío Gabo dice que para que una lo quiera a uno hay que regalarle cosas. Yo creía que nada podía salir mal. Además ella sabe que me gusta y el tío Gabo dice que la mitad del camino está ganada. Hasta su hermano sabe y me deja sentar a su lado cuando volvemos en el micro. Solo yo puedo sentarme con ella, no le deja a nadie más.
Cuando jugábamos a la Isla y los Quemados yo le salvaba cuando ella caía. Me tiraba al suelo y ella podía tomar mi lugar. Ni siquiera decía gracias, pero me miraba, y ¡cómo me miraba!
También está esa vez que se ha olvidado de traer su libro de las Fábulas de Esopo. La del cuervo y el zorro que quiere su queso, ¿no ve? Si no llevas, la profe dice: “¡Tirón de patillas!” riendo y todos se ríen con ella. Hasta yo me he reído algunas veces cuando le ha jalado su cabello al Ovidio. Sí, te he contado del Ovidio, ¿no ve? El que le han hecho repetir año y teníamos que cantarle “aplazado, del año pasado” en el recreo. Pero a la Sarita tan bonita no. Insoportable hubiera sido. ¿O tú dejarías que alguien le jale su patilla a tu mujer? Ya, ya. No es mi mujer pero es algo así. La Sor Francesca estaba pasando mesa por mesa y jalando patillas. Entonces rapidito le he codeado a la Sara y le he dicho “tomá”. Y ella me ha mirado sonriendo. Era lo que tenía que hacer, ¿o tú dejarías que a tu mujer le hagan así? No, ¿no ve? Y aunque me ha dolido y hasta un poquito he lagrimeado cuando la Sor Francesca me ha jalado, yo creo que ella me ha querido más. Habría sido peor que me hagan rezar el rosario sobre tapitas de gaseosa. Como ha dicho mi mamá, “hijito, peor nos podría ir” esa vez que tenía la cara con moretes.
¿De la Sarita? Que me hace reír, eso me gusta. La otra vez ha visto los dibujos de los microbios que están en los dientes y ha gritado: “¡Qué peludos!”. Es chistosa pues.
Y como me han sentado a su lado es todo más fácil, así los niños no se burlan si nos ven hablando. “Envidiosos” dice el tío Gabo. Y por eso le he robado su gebe a mi papá. Trataba de no tocar mucho para que la marca no se borre, así ella sabe que es nuevito. ¡Pero justo ese día no ha venido!
¡Es que escúchame pues! La Vania, que se sienta adelante, se ha dado la vuelta para pedirme que le preste borrador. Y le he dado el nuevito y me ha dicho: “¡Nuevito!”, y yo “te regalo”. Si, ya sé que era para la Sarita pero la Vania estaba contentísima. Es bonita también. No tanto, pero usa lentes. Además me ha dicho gracias. Y te imaginas si volvía a la casa con dos gebes, cuando me revisen los materiales me iban a ver con dos gebes y ahí sí que se me armaba.
La cosa es que después la puerta se abrió y entró la Sara. Su mamá ha dicho que había tenido consulta con el dentista.
Rabia me ha dado. Si hubiera esperado un ratito más. Ella nunca falta. Un ratito hubiera esperado.
Ha venido a sentarse a mi lado sonriente. Y no sé pues, cuando la Vania ha mirado a otro lado le he robado la goma y le he regalado a la Sara. No ha dicho nada pero ha sonreído. Olía a consultorio.
Y luego la Vania revolviendo sus cosas. Buscando, claro… su gebe. Se da la vuelta y ve pues, y grita “¡Es mi borrador, ladrona!”. Ojalá la Sarita lo hubiera guardado, pero como era nuevito seguro lo estaba presumiendo, ella es así. Creída un poco. “Es mío, mentirosa”, le ha contestado. “Él me ha regalado”, le dice la Vania y la Sara se para y me mira: “A mí me has regalado, ¿no ve?”.
Le he tenido que decir que primero le he dado a la Vania. “Mañana te doy otro”.
Le he robado por eso otra goma a mi papá, tiene una caja llena de gebes. Pero tal vez se dé cuenta. Cuando le he dado a la Sarita me ha mirado enojada. Y ahora no quiere que le salve en la Isla. Su hermano ya no me deja sentar con ella.